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Echo por FeedBurner

jueves, 27 de octubre de 2011

Reproducimos íntegro, y traducido al castellano, el polémico artículo de Josep-Lluís Carod Rovira en el que pide a los indignados que se meen en España.


Unos centenares, miles de españoles, se han indignado, parece. Eso está bien, supongo. Siendo españoles no les faltan motivos para indignarse. Si yo fuera español, cosa que no es el caso, también estaría indignado. Lo que pasa es que, puestos a actuar, yo ya me habría indignado un poco antes, seis siglos antes, por poner una fecha. La época de los reyes llamados “católicos”, por poner un ejemplo, no sería un mal inicio. Aquella época de prácticas sexuales innovadoras “tanto monta, monta tanto”, o sea ahora uno, ahora el otro, daba para mucho, para tener muchos motivos de indignación. Pero no. Se ve que no era suficiente…
Ahora, los indignados españoles, han ocupado las plazas de España y, en un gesto de internacionalismo inusitado, también las de los Países Catalanes. Han plantado aquí sus tiendas, han pintado sus pancartas mayoritariamente en castellano y se han expresado públicamente en este idioma, eso sí “para que nos entendamos todos”, “para no hacer divisiones entre nosotros” y “para no dejar entrar el nacionalismo en la acampada”. Lógicamente, lo que ellos entienden por nacionalismo, es decir, el catalán. El suyo, el español, el “normal”, con éste no es necesario hacer ningún debate para que entre, porque ya está dentro, perfectamente instalado, desde el inicio.
Ya toca suficientemente los huevos que alguien ocupe el centro simbólico del país, como para que, además, tengamos que soportar con normalidad insultos como los que hemos podido ver y leer estos días por parte de los llamados “indignados”. Han usado los jardines públicos como urinarios, han pintado el monumento del presidente Macià, y han dado una imagen del país marginal, chabacana y basta. Ya puestos, quizás se trataba de eso…¿Ésta es la Cataluña que queremos?
El ataque y el insulto a los diputados ha sido la guinda de la tarta. ¿Qué coño se han creído que son esta gente? ¿Qué legitimación democrática tienen? Tengo, por los miembros del Parlamento, el respeto que me merece el hecho de que es el pueblo de Cataluña el que los ha votado, más allá de mi simpatía ideológica y personal hacia algunos de ellos. Pero dónde ha llegado esta gente ya pasa de castaño oscuro.
¿Qué credibilidad tiene la indignación de una gente, la mitad de los cuales está en contra del derecho de autodeterminación? ¿Cómo hay que entender que la Falange Española se haya unido formalmente a las concentraciones? ¿Es cierto, como se apunta en algunos ámbitos, que entre los indignados, desde el principio, al lado de gente joven y de buena fe, hay algunos infiltrados que son agentes del CNI y que tienen como objetivo dar internacionalmente la imagen negativa al mundo que se está dando de Cataluña? ¿Cómo se deben de entender las muestras de rechazo a las banderas catalanas, “esteladas”(banderas independentistas) y al uso del catalán, (¡en Ca-ta-lu-nya!) que se han producido en el centro neurálgico de la capital catalana? ¿Qué coño de indignación es ésta?
Tienen, los españoles, todo el derecho del mundo a indignarse. Pero si quieren hacerlo, como españoles, lo mejor es que no se equivoquen en el mapa y se manifiesten, se indignen, se meen, pinten, abucheen e insulten allí donde les corresponde: en su país. Al fin y al cabo, tampoco está tan lejos y está bien comunicado. Este internacionalismo progre, que va de apátrida, de anacional, de cosmopolita, cuando se expresa en el marco de una nación no normalizada políticamente, lo único que está haciendo es el juego al nacionalismo dominante: el español, “por supuesto”. Basta ya de complicidades ingenuas y de hacer el tonto con esta indignación de pacotilla.
Fuente: lasexta noticias

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